Aquí estoy otra vez para seguir contando mis experiencias y mis vivencias como abolilla.
Parece que ya llega el tiempo bueno, y eso a mi me da casi media vida.
Digo casi me da media vida, porque lo que realmente me hace plenamente feliz, es mi familia.
Ya volvió mi marido, hasta la próxima.
No sabéis cuánto lo echa de menos Gonzalo. Los dos primero días le cambia el humor.
Estuvo con algo de fiebre y no pudo ir al colegio durante dos días. El primer día se encontraba fatal, y lloraba llamándole: es que le echo mucho de menos abolilla. Estoy malito, quiero que esté conmigo.
¡Ay, madre!, qué mal lo paso viéndole así.
El sábado ya no tuvo fiebre y estuvo jugando con los niños en el jardín. Y muy contento porque ya
sólo quedaba un día para que llegara su ababa/papi, que traducido es abuelo/papi.
Al día siguiente fuimos a buscarlo al aeropuerto.
Ese reencuentro es un momento precioso y cada reencuentro es más bonito. Es de esos momentos que se graban en mi para siempre. Así ha sido desde que era muy pequeñito. Es algo maravilloso.
Mi marido lo coge en brazos y se abrazan muy fuerte. Gonzalo mete su carita en el cuello de su ababa/papi y cierra los ojos para poder sentir aún más fuerte ese momento.
No os pongo fotos porque me parece un momento tan de ellos dos que nunca se me ha ocurrido fotografiarlo. Aunque ahora, según escribo, estoy pensando que sería bonito tener ese recuerdo en fotografía.
Se me viene a la cabeza cuando hicieron la primera ecografía a mi hija. Mi marido no estaba, ya sabéis que viaja bastante. Así que gracias los mms se la pudo enviar: papá, este es tu nieto
Síííí, este es Gonzalo. La primera vez que lo vimos.
Y yo, por supuestísimo, llorando de la emoción. ¡Mi nieto!
Soy muy de lágrima fácil.Ya os iréis dando cuenta de lo llorona que soy. Y desde que cumplí los 55, todavía más. Qué le voy a hacer, pero me sale así y no lo voy a reprimir.
Al fin y al cabo es una forma de expresar sentimientos, ¿no?
Pues eso,que me enrollo y no voy a que fue muy emocionante y para su mami todavía más. Al salir tenía una carita de felicidad que nunca se me olvidará.
En la ecografía del segundo trimestre, sí estaba mi marido.
El ginecólogo le dice a mi hija: no puedo ver bien el corazón del bebe. Porque este ecógrafo no me deja. Así que te remito a cardiología infantil, que tienen mejor aparato y lo verán bien.
La cara de mi hija era un poema. Pero que no te preocupes, que es sólo porque yo no lo puedo ver bien.
¡Ya! Sí, pero no.
Nos vamos a pedir cita y lee que la remiten urgente. ¡Ay Dios mío! Se le iba desencajando la cara por segundos.
Y yo con una impotencia horrorosa porque no podía hacer nada para tranquilizarla. Sólo le repetía lo que había dicho el ginecólogo. Pero no le hacía ningún efecto.
Es una sensación de mucha angustia porque me sentía un poco inútil. Ya veis, una madre inútil, pues así era.
Por no contaros que yo también estaba preocupada, claro. No sé si me entendéis, pero es un sufrimiento doble. Por mi hija y por mi nieto. tenía el estómago del revés
La enfermera habla con los médicos y la pasan. A nosotros también nos dejaron entrar con ella, menos mal. Os prometo que no habría aguantado fuera.
Eran dos cardiólogas de neonatología, ¡encantadoras!
No sé el tiempo que estuvimos. Pero dos horas o más, casi seguro.
Gonzalo estaba muy relajado y no le daba la gana de moverse. Así que no podían hacerle bien la eco.
Tuvieron una paciencia infinita.
Se lo iban explicando todo, las válvulas, la circulación venosa... Con un cariño inmenso. Y transmitiendo mucha tranquilidad.
Le vieron su coranzocito del derecho y del revés, por un lado y por otro. Creo que no quedó ni un cachito sin ver.
Todo estaba perfecto ¡Uff! Un susto y nada más.
Volvimos más adelante para revisión rutinaria. Porque una vez que entra en esa consulta, ven ya al bebe hasta que nace. Y todo fue fenomenal.
Volví a agradecer a Dios.
Parece que ya llega el tiempo bueno, y eso a mi me da casi media vida.
Digo casi me da media vida, porque lo que realmente me hace plenamente feliz, es mi familia.
Ya volvió mi marido, hasta la próxima.
No sabéis cuánto lo echa de menos Gonzalo. Los dos primero días le cambia el humor.
Estuvo con algo de fiebre y no pudo ir al colegio durante dos días. El primer día se encontraba fatal, y lloraba llamándole: es que le echo mucho de menos abolilla. Estoy malito, quiero que esté conmigo.
¡Ay, madre!, qué mal lo paso viéndole así.
El sábado ya no tuvo fiebre y estuvo jugando con los niños en el jardín. Y muy contento porque ya
sólo quedaba un día para que llegara su ababa/papi, que traducido es abuelo/papi.
Al día siguiente fuimos a buscarlo al aeropuerto.
Ese reencuentro es un momento precioso y cada reencuentro es más bonito. Es de esos momentos que se graban en mi para siempre. Así ha sido desde que era muy pequeñito. Es algo maravilloso.
Mi marido lo coge en brazos y se abrazan muy fuerte. Gonzalo mete su carita en el cuello de su ababa/papi y cierra los ojos para poder sentir aún más fuerte ese momento.
No os pongo fotos porque me parece un momento tan de ellos dos que nunca se me ha ocurrido fotografiarlo. Aunque ahora, según escribo, estoy pensando que sería bonito tener ese recuerdo en fotografía.
Se me viene a la cabeza cuando hicieron la primera ecografía a mi hija. Mi marido no estaba, ya sabéis que viaja bastante. Así que gracias los mms se la pudo enviar: papá, este es tu nieto
Síííí, este es Gonzalo. La primera vez que lo vimos.
Y yo, por supuestísimo, llorando de la emoción. ¡Mi nieto!
Soy muy de lágrima fácil.Ya os iréis dando cuenta de lo llorona que soy. Y desde que cumplí los 55, todavía más. Qué le voy a hacer, pero me sale así y no lo voy a reprimir.
Al fin y al cabo es una forma de expresar sentimientos, ¿no?
Pues eso,que me enrollo y no voy a que fue muy emocionante y para su mami todavía más. Al salir tenía una carita de felicidad que nunca se me olvidará.
En la ecografía del segundo trimestre, sí estaba mi marido.
El ginecólogo le dice a mi hija: no puedo ver bien el corazón del bebe. Porque este ecógrafo no me deja. Así que te remito a cardiología infantil, que tienen mejor aparato y lo verán bien.
La cara de mi hija era un poema. Pero que no te preocupes, que es sólo porque yo no lo puedo ver bien.
¡Ya! Sí, pero no.
Nos vamos a pedir cita y lee que la remiten urgente. ¡Ay Dios mío! Se le iba desencajando la cara por segundos.
Y yo con una impotencia horrorosa porque no podía hacer nada para tranquilizarla. Sólo le repetía lo que había dicho el ginecólogo. Pero no le hacía ningún efecto.
Es una sensación de mucha angustia porque me sentía un poco inútil. Ya veis, una madre inútil, pues así era.
Por no contaros que yo también estaba preocupada, claro. No sé si me entendéis, pero es un sufrimiento doble. Por mi hija y por mi nieto. tenía el estómago del revés
La enfermera habla con los médicos y la pasan. A nosotros también nos dejaron entrar con ella, menos mal. Os prometo que no habría aguantado fuera.
Eran dos cardiólogas de neonatología, ¡encantadoras!
No sé el tiempo que estuvimos. Pero dos horas o más, casi seguro.
Gonzalo estaba muy relajado y no le daba la gana de moverse. Así que no podían hacerle bien la eco.
Tuvieron una paciencia infinita.
Se lo iban explicando todo, las válvulas, la circulación venosa... Con un cariño inmenso. Y transmitiendo mucha tranquilidad.
Le vieron su coranzocito del derecho y del revés, por un lado y por otro. Creo que no quedó ni un cachito sin ver.
Todo estaba perfecto ¡Uff! Un susto y nada más.
Volvimos más adelante para revisión rutinaria. Porque una vez que entra en esa consulta, ven ya al bebe hasta que nace. Y todo fue fenomenal.
Volví a agradecer a Dios.