miércoles, 8 de junio de 2016

Esa barriguita!

¡Por fin se ha instalado el buen tiempo!
Imagino que al vivir tantos años en Málaga, le he cogido gusto a esto del calorcito. Pero es que todo es más divertido, la ropa, la fruta, las comidas, el ocio, la naturaleza... Me influye mucho el tiempo en mi estado de ánimo.
Luz, cielo, olor, familia...
Esa barriguita preciosa, seguía creciendo. Y os confieso que me hacía mucha ilusión. Todo a su ritmo.



Ese verano, tuvo que estudiar una asignatura, pero como también era la selectividad, pues ¡toma! Todo el curso.
Nos fuimos a Málaga que teníamos la playa. Allí, en casa de mi madre, donde nos enteramos que estaba embarazada.
Por las mañanas se despertaba pronto para estudiar sin mucho calor. A media mañana a la playita, a tostarse y a refrescarse en el mar. Yo la miraba su barriga cuando se tumbaba y era como si Gonzalo me saludase. Porque se movía un montón. Igual es que le gustaba ya el plan de playeo...
Después de comer descansaba un rato y otra vez a estudiar. A última hora de la tarde, sin tanto calor, nos íbamos a dar un paseo y caía un heladito.
Uf, me daba una penita...
Pero había que hacer un gran esfuerzo. No podía parar su ritmo el hecho de que iba a ser mamá. Quiero decir que tenía que seguir estudiando para formarse y tener un trabajo. Como me dijo una vez, "este niño es mío, y yo lo sacaré adelante sin contar con nadie".
¡Ay! si es que...No puedo evitar emocionarme.
Demostrando, una vez más, una madurez impresionante. Sin protestar y sacrificándose por su hijo. Algo que sólo sabemos hace las madres, y con todo el cariño del mundo.



Fue un verano muy bonito para mi, a pesar de que me habría gustado disfrutar más de ella. Pero cuando estábamos juntas era perfecto, me sentía tan orgullosa de mi hija... Esa valentía... Ese AMOR por su hijo desde el minuto cero... La miraba y sólo quería mimarla y comérmela a besos.
La veía como mi niña chica, aunque iba a ser madre, era mi niña chica.
Estaba guapísima, morenita, con la ropa de embarazada, luciendo tripita.



Es maravilloso mirar a tu hija y ver la maternidad. Y sí, con 18 años se convierte en ¡MARAVILLOSO!
Conforme pasaban los días me daba cuenta de la suerte que hemos tenido.
La feria de Málaga es en agosto. Y mi hija no se la perdió. ¡Por supuesto! Esa semana aún se esforzó más, porque aunque no venia al alba, sí que trasnochaba.



Pero ahí estaba, como una campeona, estudiando, divirtiéndose y disfrutando de la playa.
Me habría gustado que todo el tiempo fuera ocio. Pensaba que con 18 años tenía que disfrutar en verano y no estar estudiando.
Pero una vez más demostró que podía.
Llegaron los exámenes y aprobó la asignatura y la selectividad  ¡¡¡Toma ya!!!
Nadie le regaló nada. Lo consiguió con mucho esfuerzo,  con una responsabilidad muy grande.
Y mi hija seguía con su vida, tenía 18 años, y llevaba a su hijo dentro de ella.  Madre mía, ¡qué bien me suena! y además ese niño era mi nieto, ni más ni menos.
Seguí dando gracias.